Pozzi, Edna. El huésped. ISBN 978-987-1198.23.8. Buenos Aires: Victoria Ocampo, 2007. 212 pp
La pandemia de covid-19 que conmocionó a la humanidad a nivel planetario y cuyas múltiples consecuencias no alcanzamos a comprender en plenitud todavía, me llevan a comentar esta novela de Edna Pozzi publicada en 2007.
Hacia la mitad del siglo XX se propagó en el norte de la provincia de Buenos Aires, el sur de Santa Fe y el sur de Córdoba, una epidemia que tuvo en jaque durante décadas al sistema sanitario: provocada por el virus Junín, conocida como Fiebre hemorrágica argentina y, en las conversaciones en los bares y en las cocinas, Mal de los rastrojos.
El proceso de reconocimiento de esa enfermedad, los métodos diagnósticos y los posibles tratamientos, tuvieron un recorrido que setenta años después se repitió a escala global con la pandemia de covid-19.
El impacto de esta pandemia de coronavirus dio lugar a gran cantidad de narrativas que reflejaran la intensidad de un suceso que la humanidad solo había sufrido algunas veces en un pasado apenas recordado por los testimonios de aquellos momentos. En mi caso, en plena cuarentena escribí el relato La cura, que forma parte de Las huellas del olvido. La cura da cuenta del testimonio de una enfermera que asiste a los médicos en la atención de los pacientes afectados por el Mal de los rastrojos, en el Hospital Regional de Junín, y el lugar que los profesionales le dieron al plasma del paciente recuperado en el tratamiento de los nuevos casos.
El Huésped me llevó a ver esa misma lucha liderada en persona por Julio, el médico que ha dejado su lugar de confort en Stanford y luego los sanatorios de Buenos Aires para hacerse cargo en persona de esa pelea sin igual, con escasos recursos económicos, poco soporte institucional y escaso reconocimiento social.
El huésped tiene la estructura formal de un largo concierto, dividido en tres partes con veinte movimientos y contradanzas. En él, Juan es un periodista que ha sido abandonado por su esposa y no es valorado en el diario para el que trabaja, toma una decisión extrema: sube a su auto y marcha en dirección a Pergamino, para conocer de primera mano las novedades sobre aquella enfermedad de la que se habla poco en la ciudad de Buenos Aires. Un hombre al que levanta en la ruta, cuando le cuenta las razones de su viaje, reflexiona:
Mire que es ganso, dijo el hombre, cómo se ve que no ha visto a nadie morir del mal de los rastrojos. Sobre que lo dejó su mujer y lo echaron de su trabajo, viene a meter la cabeza en esta carnicería.
Ya en Pergamino, un hombre le recomienda ir a conocer en persona a Julio Maiztegui, pero le advierte:
Dígale que va de parte mía, si no va a ser difícil que lo reciba.
Así es cómo Juan llega al Departamento de Virosis del hasta hace poco llamado Hospital de Campo de Pergamino, conoce y traba una relación de amistad y respeto con Julio Maiztegui, y ve de cerca las dificultades con las que debe lidiar el médico, desde la falta de jabón para lavar su ropa, hasta la indiferencia y la burocracia de los organismos públicos que deben colaborar con él.
Maiztegui invita a Juan a recorrer la sala en la que están internados los pacientes, y le hace una advertencia:
Vamos de recorrida, no va a entender nada si antes no ve con qué nos enfrentamos. Y ya abandonaba el cubículo con paso ligero y Juan atrás siguiéndole, no sabiendo qué hacer con el cigarrillo, hasta que antes de trasponer la puerta al final de un largo pasillo desnudo, el médico se lo arrancó de las manos y lo apagó en un cenicero de latón, al mismo tiempo que le alcanzaba una bata verde y le decía, póngasela, por favor y si no le molesta use también este barbijo. Todavía no sabemos con claridad la forma de transmisión de este mal… (pag 61)
Ese fue el punto de partida de esa relación y el modo por el que ese inesperado huésped en la ciudad de Pergamino, que está huyendo de sus problemas en la Capital se convierte en caso testigo del flagelo del Mal de los rastrojos.
A lo largo de la novela asistimos a diálogos en los que el Dr. Maiztegui cuenta las dificultades que debe sortear:
No existe esta enfermedad en el resto del mundo, dijo Maiztegui, muchos años pasarán antes que consigamos una vacuna […] pero ninguno de los grandes laboratorios porque este virus es total exclusivamente nuestro, como el tango o la Bandera Nacional… (pág. 69)
[…]Maiztegui se ha erguido frente al Ministro de Salud y sus asesores. Grita. ¿Ustedes, son representantes de un país o de una factoría? ¿Ustedes vienen de la Universidad o de una toldería? ¿Ustedes aman a la gente o son recitadores de la Constitución? Ustedes, los que están haciendo de esta nación una casa fría. Sin inteligencia, sin amor, sin futuro. Una mente inhabitable, agrega. (pág. 94)
[…]Maiztegui comenzó a ordenar los papeles que tenía en el portafolio y al mismo tiempo decía, nos estamos enfrentando al pico de la enfermedad, el Centro de Virosis del Hospital y todas las Clínicas abarrotados de enfermos. […]Vienen porque escuchan hablar de drogas milagrosas y yo acabo de regresar de Buenos Aires, donde seis imbéciles nos han dicho a mí y a todo el equipo que hay dificultades burocráticas o de decisión política para producir la vacuna. […] Han dejado enfriar el motor que sostenía la promesa. Han renunciado al coraje de la creación. Son acomodaticios, camanduleros, pero sobre todo ineptos.
El décimo tercer movimiento nos cuenta la reacción de la gente en una asamblea que tiene lugar en el salón del Concejo Deliberante de Pergamino: los vecinos son convocados para informarles la situación y los progresos en la lucha contra el Mal de los rastrojos; se hacen presentes todas las instituciones de la comunidad y, lo que inicialmente era una actividad en apoyo del trabajo del Dr. Maiztegui, se convierte en un ámbito en el que prevalecen la incertidumbre, la desconfianza, la desaprobación a la figura del investigador.
Junto a los movimientos de este concierto, El huésped incluye las contradanzas, que en tipografía itálica nos muestra la construcción de un guión, los personajes y los actores que representarán una película cuyo objetivo es justamente recuperar la gesta del doctor Julio Maiztegui.
El huésped, publicada en 2007 por la Fundación Victoria Ocampo, tiene el valor de condensar en los acontecimientos que narra, ambientados en el restringido espacio de Pergamino, conflictos a los que se enfrenta la sociedad argentina en su conjunto y tiene a la vez, un poder anticipatorio: las dificultades con las que lidió Julio Maiztegui en su lucha contra el Virus Junín no eran novedad en el ámbito científico de entonces y se volvieron a mostrar varios lustros después, cuando la pandemia de coronavirus impactó en la salud, la economía y las relaciones interpersonales.
El huésped es, en ese sentido, un homenaje a la labor de los científicos en la persona de Julio Maiztegui, y una advertencia a los lectores interesados acerca del lugar que como sociedad debemos otorgar a la ciencia como factor de progreso y mejora en la calidad de vida de todos.