Lo que sucede en la lentitud de la llanura, entre la luz más lenta del atardecer o la más festiva del alba, siempre puede ser señal de otra cosa. Las historias que aquí acontecen revelan a la vez que develan una manera de estar en el mundo, un poética de la austeridad.
Los cuentos que componen Hasta que aclare se mueven en el marco de escenarios históricos precisos. Sin embargo, todos parecen generarse en esa grama del tiempo protegida por la zaranda de la memoria: una mujer anciana baila, el chasquido de unos dedos, un hombre que nos sabe ya si podrá cuidar un árbol o un caballo, el paso de un tren, la fugaz intervención de un deseo, un guanaco que monta guardia sobre la loma.